¿Que es un ataque de pánico? ¿Cuando sucede? ¿Como es el tratamiento?
Un ataque de pánico es un episodio inesperado, que irrumpe sorpresivamente en tu mundo interno, y desencadena una serie de respuestas físicas y mentales.
Se caracteriza por ciertos síntomas corporales (hiperventilación, opresión en el pecho, taquicardia, dificultad para respirar, sudoración, temblores, vértigo) que son percibidos con un intenso miedo a lo que está ocurriendo en el propio cuerpo. Este miedo lleva a una interpretación catastrófica de los síntomas de forma errónea con ideas de desmayo, muerte o locura inminente.
Se genera así un círculo vicioso en el que el pánico y la ansiedad aumentan cada vez más: se perciben los síntomas corporales; se los interpreta de forma equivocada («me estoy muriendo, me estoy enloqueciendo») y se desea controlarlos; esta interpretación, y la imposibilidad de controlarlos, aumenta el miedo y por tanto la intensidad de los síntomas; la interpretación es cada vez más catastrófica; y asi suscesivamente.
Las causas del ataque de pánico son singulares, particulares en cada persona. El elemento en común en todos los casos es el bloqueo de la energía corporal en ciertas zonas, lo que impide la circulación espontánea en el organismo, y genera sobrecarga en la parte superior (especialmente el pecho y la garganta), y miedo a lo desconocido en el propio cuerpo. Este bloqueo tiene que ver con la historia de la persona: existe porque en algún momento, ante alguna situación, fue necesario. El problema es que hoy ya no es funcional, pero la persona en esta situación no logra organizar sus recursos internos para lidiar con lo que le sucede.
Esta sobrecarga energética en algunas zonas del cuerpo es la que causará los sintomas, y la falta de conexión con el propio cuerpo llevará a percibir los síntomas desde el miedo e interpretarlos erroneamente.
Forma de trabajo
El trabajo con los ataques de pánico puede enfocarse en dos caminos paralelos: la educación respecto a sus características; y el desarrollo de soportes para contar con recursos que permitan reducir su intensidad y frecuencia.
La educación es fundamental para entender cognitivamente que es lo que se vive en esas situaciones. El punto más importante es entender que nadie se muere, ni se vuelve loco, ni recibe daños físicos permanentes, a partir de un ataque de pánico. Tener claro esto ayuda a redimensionar la situación vivida.
A demás, es importante aprender a reconocer el miedo, percibir el cuerpo y sus síntomas, conocer las ideas catastróficas y observar cómo estas favorecen el círculo vicioso de síntoma-idea catastrófica-aumento del síntoma.
Respecto a los soportes, es importante desarrollar, cómo si fuera el entrenamiento de un músculo, tres puntos de apoyo que permiten reducir la intensidad de los ataques: el aspecto mental, la respiración, y el contacto con el cuerpo.
El aspecto mental es el que fortalecemos a través de la educación. Se basa en las interpretaciones que la persona hace acerca de sus sensaciones. Darnos cuenta de las ideas que estamos teniendo, sin que nos «tomen», y tener información que permita reinterpretar esas ideas, es el primer paso.
También es importante poder conocer las ideas previas al ataque, para identificar los disparadores.
La respiración puede aumentar o disminuir la ansiedad. En los ataques de pánico la respiración es agitada, superficial, y corta (hiperventilación), y contribuye al aumento de la ansiedad y de los síntomas corporales.
Mediante ejercicios de respiración, podemos desarrollar nuestra capacidad de respirar de forma profunda, lenta y suave, percibir los efectos que tiene esta respiración en nuestro cuerpo, y entrenarnos para volver a ella cuando la necesitemos.
Por último, el contacto con el cuerpo a través del enraizamiento es fundamental para resignificar la vivencia del propio cuerpo, conectar con la fortaleza y la capacidad de sostén que cada persona tiene, conocer las sensaciones corporales habituales, y sensaciones nuevas, y de este modo favorecer el desbloqueo de la energía en las zonas que estaba trancada, su libre circulación y descarga, y recuperar la capacidad de autoregulación espontánea del organismo.